Loreto B. Gala
Los dormitorios.

Cada habitación de nuestra casa cumple una función concreta. En la cocina, cocinamos. En el cuarto de baño, nos aseamos. En el dormitorio, dormimos.
Por eso, en cada habitación deberían sólo estar los objetos que nos permiten estas acciones. Es una manera de mantener las rutinas conectada a ellos. Y entonces los objetos tienen un sentido en nuestras vidas.
El austerismo busca conectar lo material con lo inmaterial, la mente y el espíritu. Cuando vivimos conectados, somos felices, porque damos el valor real a las cosas (los objetos) y experimentamos gratitud. La gratitud provoca felicidad.
Cuando aprendemos a valorar nuestra cama, nuestra almohada, nuestras sábanas, incluso nuestro pijama. Todo tiene un orden de "ser", una intención de ser, un sentido. Existe porque cumple una función, una utilidad y nosotros sentimos gratitud porque experimentamos la necesidad, esa utilidad o el sentido de ese objeto.
Todo está conectado. Vivir conectados nos trae armonía.
Un cuarto de dormir ha de estar compuesto de objetos que nos faciliten el sueño y el despertar. Los excesos en un dormitorio no nos ayudan a dormir mejor. Los objetos innecesarios, como en toda la casa, nos quitan energía, nos invaden, dejando poco espacio para que nuestra mente y nuestro espíritu se expresen. También necesitan expresarse mientras dormimos. También necesitan descanso.

Los objetos compuestos de materiales naturales son los mejores transmisores de esa paz que buscamos. Cuanto más orgánicos vivimos y cuanto más rodeados de naturaleza, mejor conectamos el exterior con nuestro interior. Esta conexión nos provoca paz. Por lo tanto, los objetos que nos rodean en un dormitorio deberían ser lo más naturales posible. Nosotros hemos experimentado la diferencia entre una estructura de cama de metal y otra de madera. La diferencia entre unas sábanas de algodón de mala calidad y otras de lino. Nada mejor que meterte en tu cama, envuelta en un pijama suave, sentir la estructura del lino de tus sábanas o el calor que desprende la madera de cama, porque todo aquello acaba por arropar tu cuerpo, tu mente y tu espíritu para dar paso a una de las acciones más gratificantes en nuestro día a día: dormir.

Hay quienes les horroriza ver armarios abiertos. A mi me gusta. Es una manera integrada de vivir con los objetos. Son parte de nuestro día a día y hacen puentes entre lo que hacemos y somos. No hay por qué esconderlos. Y además es una forma práctica de ver lo que ya tenemos y que no necesitamos tanto.
Tener muebles abiertos nos obliga a hacer un esfuerzo para guardar el orden y la estética. Solo cabe lo necesario que queda a la vista y a mano. Queda también lo que da paz visual y nos conecta con nuestras rutinas. Así, vivir en casa es una continuidad entre lo que tenemos, hacemos y vivimos.
Los armarios cerrados nos invitan a "esconder" lo que hay dentro. Es la desventaja de tenerlos. Sin embargo, también permiten más limpieza y claridad, que no entre el polvo y que haya más orden. Esto ya va de gustos. Lo importante es que lo que haya dentro no ocupe en exceso. Que todo se utilice. El austerismo busca la conciencia real de los objetos, como os decía antes, porque todos han sido creados y adquiridos con una intención. Y no para "ocupar" espacio.
En nuestro caso, los armarios de toda nuestra casa son abiertos y además compartidos, puesto que solo hay tres para cinco personas y solo un perchero para nosotros.



Nuestra casa no es tan grande como para una familia de cinco (y mascota), así que precisamente hacer armarios empotrados nos quitaba más espacio. Tenemos un cuarto debajo de la escalera de un metro cuadrado donde guardamos las cosas que no son de temporada y la ropa de las niñas que irán heredando, entre otras cosas. Es poco el espacio y me reconforta ver que todo cabe, porque solo tenemos lo necesario.

A nuestras niñas les gusta dormir juntas. Durante el último año, la mediana y la pequeña se levantaban todas las noches y venían a nuestra cama. Había algo que no les daba la tranquilidad que necesitaban. La mediana lloraba porque echaba de menos a la mayor. La pequeña lloraba porque veía a la hermana llorar. Y así cada noche.
La primera semana de confinamiento fue raro para todos. Teníamos sensación de estar amenazados y una necesidad de hacer de nuestra familia una especie de cueva. Las niñas nos pidieron dormir juntas para acompañarse. Desde entonces, ha pasado a ser la manera de dormir habitual. Duermen las tres en una cama doble de 1,60 cm y para que estén cómodas, hemos girado el sentido de la cama, de esta manera están en una cama de 200 cm de ancho 160 de largo. Caben justo.
Ya veremos qué pasará cuando empiece el nuevo curso escolar. Por ahora, las tres están durmiendo de maravilla. Y nosotros, por fin, también.
A muchos les sorprende que permitamos dormir a las tres hermanas en una cama. Pero he aprendido que no hay parámetros establecidos que estén mejor que otros. Los hermanos son hermanos y todo lo que les haga sentirse hermanos, es correcto. Escribo esta observación porque muchas veces queremos las cosas como siempre "se han hecho": cada hijo en una habitación o al menos en una cama separada. Sin embargo, hay que dejarles decidir a ellos también, puesto que son ellos los que han de dormir bien y nosotros procurar que así sea. También, esa flexibilidad permite organizar las habitaciones de una manera práctica, por ejemplo: una habitación solo para dormir todos y otra donde están los armarios y la ropa.

Por último, es importante también renovar. Pero no significa comprar cosas nuevas, significa que lo que ya tenemos hacerlo parecer nuevo. Y esto es tan fácil como un cambio de orientación en las camas o muebles. Darles una pintura diferente. Cambiar de posición los adornos que tengamos... Es bueno cambiar de vez en cuando si sentimos esa necesidad. Pero no es necesario tener que desechar lo que ya tenemos.

Admito que la parte que siempre me ha costado más decorar son los dormitorios. Para mi es importante el equilibrio entre los colores, los materiales, comodidad y la practicidad. Creo que he encontrado ese punto que quería. Donde todos nos sentimos arropados, acogidos. No sólo porque me guste mantener una estética, sino que pienso que todo lo que hay en los dormitorios es lo primero que ven nuestros ojos, la primera información que recibe nuestra mente. Por eso, creo que para llegar a tener la habitación perfecta para cada uno tenemos que pensar qué es lo último que queremos ver antes de dormir y las primeras cosas que veremos al despertar.