top of page
  • Foto del escritorLoreto B. Gala

Vivir con menos.


Una vez que das el paso por convicción, se convierte en un modo de vida.

Cuando decidí deshacerme de casi todas las cosas para quedarme solo con aquellas que realmente necesitaba, pensé que sería una especie de “locura de mudanza” y que al cabo de unos meses volvería a acumular.

Pero resulta que una vez dada la decisión he ido saboreando las ventajas del minimalismo. Y es que el resultado en la balanza es 100% positiva. Me quedo en este estilo de vida porque me hace mejor persona.


Empezando, el minimalismo ha potenciado mi creatividad. Qué hacer con menos. Cómo lucir con menos. Y esto en todos los niveles. Tendemos a pensar qué difícil es lucir cuando tu armario no te da muchas opciones de ropa. Pero lo cierto es que es más fácil lucir si todas aquellas opciones que tienes te quedan bien. Todos podemos acudir a la creatividad y hacer que lo que me queda bien lo pueda llevar un montón de veces. La cosa también es saber combinar las piezas entre sí. Y aunque la sociedad nos empuja a consumir, no debemos olvidarnos de algo que marca la diferencia. La ropa no es la que luce. Eres tú la que lo haces. Al final viene siendo verdad esa frase que leí una vez: "a smile is the prettiest thing you can wear". Lo mejor que te puedes poner es tu sonrisa. O como dice mi madre "la mona, aunque vista de seda...". Por mucha cosa que tengamos, no nos va a cambiar la esencia. Poseer tanta ropa solo hace distraernos de lo que realmente somos. Si eres luz, lucirás, te pongas lo que sea.



Tener menos ropa me permite tener los armarios abiertos. Y al revés, porque tengo armarios abiertos, no puedo acumular ropa. Se vería feo. Y poco austero.

Y eso no va conmigo.



La creatividad está también en saber usar recursos que ya tenemos y convertirlos en atractivos. Nuestro mueble de armario es una combinación de baldas viejas que aún conservábamos en un almacén y que servían para almacenar la ropa de las tiendas. Como llevaban tiempo sin usar, las convertimos en un armario "minimal", sencillo, hogareño y despejado.





Estando en Chile hicimos unos paseos entre árboles milenarios y autóctonos, que solo se encuentran allí. En el suelo nos íbamos encontrando resto del bosque que ayudaría a la conservación del mismo. Y dimos con una hoja seca, puesta en el suelo como si alguien la hubiese dejado ahí, para ser recogida. Nos la llevamos de recuerdo y luego de un mes "secándose" entre las páginas de un cuaderno, ahora está enmarcada para que nos transporte a la Patagonia cada vez que la veamos.

El minimalismo me ha ayudado a encontrar recursos en mi misma. Es la manera más sostenible de vivir. Darle una oportunidad a las cosas viejas o sin uso. O encontrar la belleza en las cosas mas sencillas, que nos rodean, sin tener que hacer grandes aspavientos... y es una alternativa que incluso puede resultar más económica.




Una de las grandes cosas que me gustan de este nuevo estilo de vida, es la austeridad. Saber encontrar el equilibrio en las cosas que tengo. No es un "conformismo" como si se tratara de una privación por no poder tener más. Es un convencimiento de que mi felicidad no reside en tener más cosas. Para esto, antes adquirir algo (o comprar) es necesario contestar a dos preguntas , y en este orden:

¿lo necesito realmente?

¿para qué?

Hay que ser honestos con uno mismo. No necesitamos tanto. Tener tanto nos distrae, nos aleja espiritualmente del mundo. Muchas veces tenemos por simple hecho de "tener" o por la necesidad de rellenar vacíos existentes que aún no sabemos que tenemos.

Ser minimalistas exige autoconocimiento.

Lo que me empujó a dar el paso es una historia real que mezcla lo físico y lo espiritual. Yo empecé primero por notar un cansancio extremo. No tenía que ver con las horas de dormir, puesto que no dormía mal y aún así, durmiendo bien en vacaciones, no conseguía sentir la energía que necesitaba para llegar al fin del día cansada pero reconfortada. Tampoco tenia que ver con la mala alimentación puesto que en casa comemos "sano". Pero diariamente me sentía como si caminase con cadenas atadas en los pies. Era como una enfermedad. Siempre lo descrito así: la sensación de que algún ser estuviera presionando desde la corona de mi cabeza hacia el suelo, evitando poder expresar toda mi persona. Supongo que esta sensación era de agobio, de que algo estaba impidiendo que me conectara con el mundo, y por lo tanto, no permitiendo mi crecimiento interior. Me sentía estancada.


Cuando empecé a leer el libro "Goodbye Things", lo entendí todo. Sólo necesité cinco páginas de lectura para entender porqué no podía encontrar mi paz interior. Bien lo dice el dicho alemán "wenn bestiz belastet". El "no poseer" nos libera. Esa sensación de aplastamiento era provocada por la falta de espacio entre mi cuerpo (mi espíritu) y lo material. Necesitaba más sitio para que mis ideas pudieran tener su espacio. Necesitaba menos distracción material para poder conectarme conmigo, los demás y mi alrededor. Lo sabía hacía tiempo, pero no me sentía capaz de empezar. Es más, no sabía por dónde empezar. Tuve la suerte de tener que enfrentarme a una mudanza exprés y en ocho días tener que envolver nuestras cinco vidas en cajas de cartón.


Así que empecé con los juguetes de las niñas: ¿con qué juegan realmente? De verdad, los niños no juegan con todas sus juguetes la misma cantidad de tiempo y además, siempre hay uno favorito. En el caso de mis hijas, la colección de Sylvanian Families (que les chifla desde hace varios años) y el juego de construcción de Kappla. Les dejé el Tippi de Nobodinoz, que tienen hace años también y algunas muñecas y peluches con las que siempre han jugado. Y materiales de pintura. Todo lo demás, lo regalé. Lo mismo hice con los libros: seleccioné los que de verdad aportaban a la lectura en casa (sobre todo los alemanes) y los demás, los doné.


El cuarto de baño... un gran desastre y una catástrofe medio ambiental. La cantidad de potes de plásticos, cremas de sol sin acabar, cepillos de dientes y muchas otras cosas que quedan siempre escondidas entre los armarios y que uno no quiere ni abrir. Lo mismo hice: tirar.

Desde entonces, solo compro lo puntual que necesito y he cambiado a la cultura "zero waste": discos desmaquillantes lavables de algodón orgánico. Cepillo de dientes de bambú, champú en barra (sin envoltorio de plástico) cepillos para lavar los platos de madera o fibra de coco y hasta unas pinzas monísimas para colgar la ropa, hechas de madera y que me parecen mucho mejores.

Averigué que hay diferentes páginas online que ofrecen estos productos maravillosos como son: One Earth Barcelona , Luffa Zero Waste, Sin Plástico y mi favorita de todas The Zero Waste Collective y sus ideas sin fin de cómo ser más sostenibles.




Y finalmente, la ropa. Aquí hice una inspección y selección exhausta de nuestra ropa, agrupándola en "la que me gusta", "la que me queda bien" "la que no uso y " la que tengo por si acaso.". Los dos últimos grupos los doné a la caridad. Me quedé solo con "lo que me gusta" y lo "que me queda bien", para finalmente sólo quedarme con lo que me queda bien, que es lo que realmente sé que voy a usar. Y porque luzco...

Entre mis pertenencias ya no existe el “por si acaso”. Las niñas tienen la ropa necesaria para toda ocasión. Todo lo que tienen es porque les gusta y me gusta. Y no existe “por si acaso”. Si se van a manchar, se mancharán con la ropa que tienen y no una extra pensada “por si se manchan”.

Hay delantales que ayudan a que se manchen menos. Tampoco soy muy exigente con las lavadoras. Sé perfectamente lo que estropea la ropa, el gasto energético y el consumo de agua. Las niñas, además, siempre van "monas" vestidas. Algo que a ellas y a mi nos gusta mucho.




Y esto pasa con todo en casa. Hace unos meses, mi marido había mencionado comprar nueva vajilla porque luego de la mudanza nos habían quedado pocos platos. Cuando aún no me decidía a comprar, mi madre me ofreció uno juego de 12 platos bajos y 12 hondos, que eran de su abuela Pauline, la francesa. Yo enseguida le dije que si, sin saber cómo se veían. Preferí darle vida a unos platos de una bisabuela que nunca conocí, que dejar mi dinero en Ikea.

Resulta que los platos son una monada. Quizás no los hubiera comprado nunca, pero sabiendo que eran de una bisabuela y que tienen la tira de años, el romanticismo pudo más que mi pretensión. Los tengo guardados en un cajón para cuando somos más que cinco en casa, que ocurre más de una vez a la semana. Y a la vista he dejado la poca vajilla blanca que nos va quedando tras varios años de uso, y que se utiliza diariamente sin desperdicio.





Hace unos días estuvieron mis suegros en casa y nos animaban a comprar más cosas, porque veían que había “poco”. Ellos, acostumbrados a tener vajillas para cada ocasión, no entendían mi idea de minimalismo. “Es que he decidido no comprar nada a no ser que sea muy necesario. Y a demás, dejar de comprar plástico”. Mi suegra me miraba de reojo, como si Loreto hubiera perdido un tornillo. Entonces ella, muy lista, me dijo que “necesitábamos” más cubiertos. Era cierto, en cuanto habían visitas, se nos acaba la cuberteria rápido. Especialmente en el desayuno que faltaban cucharitas para revolver el té. Así que accedí, dejé que nos compraran un juego más de tenedores, cucharas y cuchillos.

Y ahora, cuando los tengo todos limpios y los quiero guardar, no me cierra el cajón. Si es que al final, ser “minimal” nos hace ser más prácticos. ¿De que me sirve tener todo el cajón lleno de cucharas si luego no puedo ni cerrarlo?


El minimalismo se ha apoderado de mi casa para poder brindarnos más espacio entre nosotros. Hay dos guitarras, es cierto, una para él y otra pa mí. También hemos puesto una cama elástica para las niñas y sus amigos (y para mi, que me encanta hacer el saltimbanqui). Tenemos un perro que nos quita mucha energía y da mucha alegría a la vez... En el fondo, tenemos muchas cosas. Pero las cosas que tenemos las hemos escogido con una intención. Con propósito. Desde que he aprendido a "adquirir" cosas con propósito he podido funcionar más "minimal" y sobre todo, más sostenible y sustentable.

En casa evitamos el plástico en todo lo que podemos. Es cierto que la madera es lo que reina en nuestro hogar, pareciéndose más a una cabaña que a una típica casa de familia numerosa. Sin embargo, no concebimos vivir de otra manera. No existe un planeta B. Eso lo sabemos todos. Por esta razón, al tener menos generamos menos basura, consumimos menos, escogemos más calidad, aprendemos a reciclar y a reutilizar, cuidamos los recursos que nos rodean. El minimalismo te ayuda a escoger bien, a pensártelo dos veces, a ser visionario y tomar decisiones más acertadas.

Yo nunca fui ordenada. Y la verdad es que sigo siendo muy desastre (basta mirar mi bolso en el que podrás encontrar todo tipo de utensilios), pero he conseguido organizarme y disciplinarme con la casa para que esta se vea bonita y nos de paz a todos. Ya no hay tanto desorden y mis hijas agradecen no tener que estar constantemente ordenando sus cuartos.


Cuando la gente me pregunta, a raíz de mis fotos en Instagram, cómo hago para tener la casa tan bonita, siempre contesto lo mismo: teniendo pocas cosas.




bottom of page