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  • Foto del escritorLoreto B. Gala

Mi llamada



Soy un espíritu libre. Quizás, si no fuera llamada a tener hijos, no me hubiera casado y estaría probablemente viajando de un país a otro. Estaría aprendiendo nuevos idiomas y conociendo nuevas culturas, como siempre me ha fascinado desde pequeña. O tal vez, me hubiera dedicado solo a la música y a la actuación. Sobre todo al canto, porque cuando lo hago, siento que me elevo.

Quizás hasta saldría ahora por la televisión y sería una celebrity de esas, que yo en mi vida tan poco caso he hecho.


O tal vez me hubiera dedicado solo a las causas humanitarias, como imaginaba cuando iba a visitar ancianos al geriátrico o a niños marginados en cárceles de menores. Quizás habría sido una psicóloga de mucho prestigio en el campo de la clínica, porque, como me decían mis profesores en la universidad, conseguía crear vínculos fuertes con los pacientes y hacerlos sentir acogidos.


O probablemente, hubiera escrito novelas para adultos y cuentos para niños, y estaría firmando libros en los días de Sant Jordi, como creía que haría desde que tengo ocho años. Siempre inventando historias, personajes llenos de caracteres y conflictos por resolver. Empezando libros sin acabar.


Tal vez, sería una cabecita loca, sin límites, sin más aspiraciones que mi propio ego, centrada en desarrollar cada uno de mis talentos, sin llegar a un fin concreto. Frustrando o boicoteando mis propias metas, por falta de un verdadero sentido en mi vida.


Por eso, el Universo puso en mi camino a una persona que robó mi corazón. Y esa persona me hizo pensar en que tal vez, podría ser madre. Y que incluso, tal vez, sería una buena madre.

Francamente, tener hijos no estaba dentro de mis grandes sueños de niña. Probablemente porque daría por hecho que tendría hijos como quien planta tomates en su jardín. O por el contrario, ese espíritu libre no concebía la idea de vivir atada a una persona el resto de su vida.



Pero he descubierto, que la fuente de mi felicidad no es el canto, ni la música, ni la literatura, ni la filantropía, ni la psicología. No he llegado a ser cantante ni actriz, ni dramaturga ni ostento de un cargo importante de alguna ONG. Ni si quiera, de hecho, me dedico a lo que he estudiado.

He constatado que nada de eso me daría aquella felicidad que busco. La que no dura solo unos momentos. La felicidad que no se diluye con el paso del tiempo.

Durante este viaje a Chile he tenido tiempo para acomodar mi pasado. Conseguí reencontrar la niña que dejé en Barcelona y la pseudo mujer que dejé en Chile, para conectarlas a la mujer que soy hoy. Y a los 37 años, con todo esto, puedo decir que he sido llamada para ser madre.


Porque al ser madre, puedo desarrollar todos mis talentos. Dándoles a mis hijas lo que tengo y lo que soy.


Descubrí además, que soy la madre perfecta para ellas. La que les canta y actúa hasta hacerlas reír. Como cuando mamá se convierte en “Miss Loretta” a la hora de hacer los deberes en inglés. O cuando mamá se transforma en una bailarina de ballet, en una Mary Poppins o en la mismísima Caballé, solo para que ellas puedan reír hasta llorar entre las paredes blancas de nuestra casa.


Con ellas que he podido cantar como sólo yo sé hacerlo. Sin miedos, ni complejos, dejando mi alma elevarse hasta el cielo, mientras miro de reojo y con orgullo sus ojos llenos de asombro.




Es durante la crianza que he podido desarrollar al máximo mi carrera de psicología, aplicando el mismo amor humano y respeto que siempre he mostrado mis pacientes. Gracias a ellas, he podido extender mi experiencia como psicóloga combinando la experiencia de ser madre, y compartirla con más personas. Desde la opinión humilde, desde mi propia capacidad de asombro, pues ellas han roto tantos esquemas que había aprendido y a la vez, he constatado tantas teorías ciertas. Son ellas las que me empujan sin quererlo a escribir sobre la educación, la crianza, la ecología y el respeto. Desde entonces, he descubierto un mundo en el que quiero aportar mi percepción de lo que es la crianza sana, con ánimos de ayudar a otras madres, que como yo, seguían los estereotipos.





Es mi lado filántropo el que también se ha desarrollado, cada vez que les transmito comprensión y les brindo consuelo. He podido desarrollar mi capacidad de empatía al máximo, dejando de lado mis prejuicios, mis propios miedos, mis proyecciones. He aprendido a conocer mi propia sombra, para solo darles luz.

He aprendido sobre todo a amar al prójimo tal y como es. Como yo he aprendido a amarlas a ellas, tal y como son.



Llega un mes más, y con él, el ferviente deseo de ver una falta de período. De que quizás, por cuarta vez , el Universo me regala otro ser, por el cual mis talentos se ponen a su servicio. Mis talentos, mi corazón. Sino fuera llamada a ser madre, no sentiría ese grito de adentro, como si fuera el mismísimo útero que me suplica volver a tener otro hijo. Ese grito es mi vocación. La voz interna que me recuerda lo que soy, para lo que he nacido. Ser madre, una buena madre, la mejor madre para mis hijas.

Son ellas quienes han conseguido sacar lo mejor de mi.


Es por eso que no he sido cantante. Ni actriz. Ni escritora. Ni nada de las cosas a las que yo aspiraba desde mi niñez.

La vida me esperaba con otra llamada.


#lookingforaslowerlife

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