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  • Foto del escritorLoreto B. Gala

Nadie sobra.

Hace poco me llamó la atención el nombre de una página de Facebook chilena, “Nadie sobra”. Dos palabras que me suenan poderosas. Y es aquí mi punto de partida.


Me considero una persona "provida". Eso no me hace ser mejor ni peor persona. Es una peculiaridad que va conmigo, una característica mía, pero no significa que me haga más virtuosa. El tener empatía con las personas sí que es un atributo positivo, que me añade un valor cualitativo. Por lo mismo, enjuiciar los actos humanos no me corresponde a mi, como psicoterapeuta. Yo me limito a comprender todas las dimensiones del ser humano y a entregar todas las herramientas posibles y necesarias para que las personas puedan encontrar una salida a sus dificultades. No me dedico a juzgar sus actos. Y el tener una postura frente a temáticas morales no determina mi trabajo. Por lo tanto, este artículo no se trata sobre la moralidad o no del aborto, ni sobre cuándo empieza o acaba la vida. Pero sí quiero escribir en relación a las causales que ampara ley del aborto.

Aquí es donde yo quiero hacer una reflexión.

Las causas más populares apoyadas legalmente para que se recurra a un aborto, son las siguientes:

1. Por ser producto de una violación.

2. Por ser un feto inviable.

3. Porque el feto tiene una enfermedad congénita, genética o malas formaciones.


Sobre la última opción me gustaría escribir algo. Porque se lo debo a mi hermano pequeño, Juan Pablo.


Imaginaros que sois una de esas personas discapacitadas, o con malas formaciones. Que tenéis, por ejemplo, el conocido Sindrome de Down. Sí, sois uno de esos a quienes se les llamaban "subnormales” o “mongólicos”. Habéis nacido con un cromosoma de más, y eso os hace tener un conjunto de rasgos distintivos que os hace ver diferentes al resto, física y psíquicamente. Pues bien, tú eres uno de ellos: Te cuesta hablar fluidamente y en muchas ocasiones hasta prefieres permanecer mudo. Te cuesta escribir y leer, de hecho, aunque no te da vergüenza decirlo, ni si quiera sabes leer o escribir. Te cuesta concentrarte. Difícilmente te entienden a la primera. Te gustan los hábitos y las rutinas, hasta tienes ciertas obsesiones. Eres cabezota: lo que se te ha metido en la cabeza, no te lo quita nadie. Te encanta comer helados, patatas fritas y hamburguesas. Te molesta que te digan lo que tienes que hacer, y más aún que te lo repitan mil veces, como si no lo hubieras entendido o fueras sordo. Te dan miedo las arañas y los bichos raros y aún te asustas con la idea de que a lo mejor existen fantasmas. Te enamoras con facilidad y sueñas con casarte. Y lo que más te gusta en este mundo es quedar con tus amigos y pasártelo pipa. Bueno… eso, a grandes rasgos, es una persona con síndrome de Down.

Ahora bien. Vamos a hacer un ejercicio mental: Imagínate que tú eres un adulto de ellos. Ya sabes que tienes síndrome de Down. Sabes que tienes limitaciones, que tienes un aspecto diferente, que eres menos ágil que el resto de las personas que te rodean y muchas veces percibes que es difícil para ti vivir en este mundo que corre tan rápido. Te das cuenta de que para ti la noción del tiempo no es tan relevante como para otros. De hecho, te tomas el tiempo que realmente necesitas para hacer tus cosas, porque sólo vives el presente y disfrutas de cada momento, como si fuera el único, porque el futuro para ti es a corto plazo. Vives y disfrutas de tu vida, tal y como viene y te sientes casi todo el tiempo feliz. De repente, te enteras de que la mayoría de la gente a tu alrededor está de acuerdo con que personas como tú no nazcan. La razón? Aunque tu no lo veas así, es sencilla: se supone que tú y que las personas como tú, sois un problema social y económico, tanto para los demás como para vuestros padres y familiares. Tú eres una carga para los demás.

Cómo te sientes?

La discriminación de un ser humano por su color de piel, por sus orígenes, por aquello que lleva en la genética y que por lo tanto, no se puede cambiar , es un atentado contra los derechos más humanos. Derechos por los que durante miles de años hemos estado luchando. No voy a nombrar históricamente todas las desgracias que ha sufrido nuestra humanidad en pos de conseguir la igualdad de derechos humanos. Esas ya las conocemos de sobra.

Pues bien, el síndrome de Down, la espina bífida, el daltonismo, la fibrosis quística, la esclorosis lateral amiotrófica (la famosa ELA, de los cubazos de hielo), entre otras, son afecciones genéticas. Vienen en el código genético de la personas y no se pueden cambiar. Ni curar. Algunas no sabemos que las tenemos hasta que se desarrollan tardíamente. Sin embargo, el Síndrome de Down y la Espina Bífida, las podemos detectar ya desde la vida uterina. Los fetos que genéticamente vienen con estas afecciones tienen el derecho y el deber ser abortados, si es que ese es el deseo de sus padres. Bueno, digamos que “interrumpimos su desarrollo intrauterino”, no se nos vayan a desarrollar demasiado y nazcan...


Stephen Hawking tiene una enfermedad genética. Necesita desde los 30 años cuidados especiales, enfermeras, medicina específicas y hasta ha desarrollado una tecnología casi inexistente para poder seguir conectado al mundo… un gasto económico y un sufrimiento humano constante que puedo imaginarme perfectamente. Es una mala jugada del destino. Nació como un niño “normal”. Creció con normalidad, estudió una carrera, se enamoró, se divorció, y da la casualidad que además es uno de los hombres más inteligentes del mundo. Su manera de pensar y de ver la realidad va más allá de lo común, no es corriente. Todos sabemos que es un genio.

Mi hermano, Juan Pablo, también tiene una enfermedad genética. Pero nació con un aspecto “diferente”, nació con Síndrome de Down. No es el hombre mas inteligente del mundo, pero también se ha desarrollado con normalidad: ha ido a la guardería, al colegio, tiene 20 años y trabaja algunos días de la semana, mientras estudia en un centro. Se ha enamorado y ha sufrido el desamor. Tiene una manera de pensar y ver la realidad peculiar, que va más allá de lo corriente. Y todos los que lo conocemos, nos sorprendemos de sus genialidades.


A pesar de que Hawking y Juan Pablo tienen una enfermedad genética, la de uno es degenerativa (se va empeorando con el tiempo) y la del otro no. Afortunadamente, Juan Pablo no necesitará silla de ruedas ni de asistencia médica continua, pero sí que es bastante dependiente de su familia. Como Stephen. Lo que cuesta entender es porqué una enfermedad prioriza a la otra en el orden de enfermedades “indeseables", tan así, que una de ellas es causal de aborto y la otra no. Claro, es que la otra no se detecta a tiempo. Pero llegaremos a desarrollarnos tanto tecnológica y científicamente que podremos detectar intrauterinamente un embrión que más tarde desarrollará ELA. Entrará esta enfermedad, pues, dentro de la lista de las causales de “aborto”? Según la experiencia, ese embrión que luego se convertirá en un ser humano, acabará siendo una carga para su familia y para la sociedad. Si esto ya hubiese ocurrido, que la medicina llegase tan lejos, no hubiéramos tenido la oportunidad de tener a Stephen Hawking en este mundo. Ni a su ingenio. Como no tendríamos la oportunidad de tener a Juan Pablo, ni a sus genialidades. Ni uno, ni otro, sobra en este mundo.


Os quiero dejar una foto de Juan Pablo y Stephen Hawking. Me parece que los dos se ven personas maravillosas. No veis algo especial en ellos? Ese “algo” no está descifrado en sus códigos genéticos que tanto les pesa. Un “algo” que les hace ser merecedores de vivir aquí y ahora, cada uno en su casa, en su país, con la gente que les quiere, con sus dificultades, con sus alegrías, con sus logros y fracasos.

Eso tan especial lo veo yo, al menos, en esas sonrisas.


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