Loreto B. Gala
Carrera de Caballos.

Como madre de una niña en edad escolar (primero de primaria) debo admitir lo que cuesta frenar la presión social por inscribir a los niños en actividades extra escolares. “Y tú? Dónde vas a apuntar a tu hija?”. "Yo, a nada."
Es cierto que mis suegros han pagado un curso para reforzar el alemán de mi hija mayor y así no lo pierda. Aunque, sin ir más lejos, mis hijas aprenden alemán sobretodo en casa con nosotros. Por lo que tampoco es el gran motivo para tener que llevarla. Supongo que me he dejado convencer por lo “prioritario” y que aprender a escribir en alemán es algo que hará mejor con profesionales. Yo puedo intentar ayudarle, pero no sé si soy la persona correcta para hacerlo. Bueno, ese ha sido mi argumento para llevarla a clases extra escolares de alemán, una vez por semana, 1 hora y media.
Lo cierto es que la oferta es enorme y variadísima. Si yo tuviera más dinero, apuntaría a mi hija a cada día una cosa diferente. Lo haría porque a mi me parece interesante. Jazz, ballet, arte, inglés, iniciación a la arquitectura, acrobacias, yoga, teatro, canto… Si yo pudiera, iría a todos. Pero claro, me freno. Yo no tengo 6 años. Y si soy honesta, con apenas hacer yoga una vez por semana me basta (hay semanas que ni voy). Porque llego agotada a casa, y aunque me apeteciera hacer alguna otra cosa, no doy a basto.
Hago el mismo horario que mis hijas en el colegio: de 9 a 17:00. La diferencia es que lo que yo hago es siempre lo mismo. No estoy dándole tanto imput a mi cerebro y ya es casi una rutina -o al menos así lo siento-. Mis hijas, en cambio, están las 8 horas en constante aprendizaje. No paran de recibir estímulos. No soy muy buena con las matemáticas, pero para mi esto es cuestión de cálculos: Las niñas están 8 horas fuera de casa. 8 horas de 12 que están despiertas. Sólo tenemos para nosotros 4 horas con ellas al día. De esas 4 horas, unas 2 horas y media las gastamos entre el "paseo” hasta llegar a casa, la merienda, los deberes -que en primero de primaria ya tienen-, bañeras, cenas, y la lucha de siempre por ir a dormir. Me quedo con sólo una hora y media para estar con ellas. Cómo quiero gastar esa hora y media con ellas, depende de mi. Yo personalmente, adoro tenerlas en casa o en el parque, o donde sea. Pero tenerlas conmigo. Entonces, lo de la extra escolar, no cabe en mi sistema. Sólo esa clase extra de alemán, que prometí a mis suegros que haría.

Vivimos constantemente en una carrera de caballos. Carrera por la madre perfecta, la mujer perfecta, la profesional perfecta, el colegio perfecto, los hijos perfectos… hasta las extra escolares perfectas. Porque el mundo en que vivimos, aparentemente, es perfecto. El caso es que los niños están menos con sus madres. Menos en el parque. Menos con sus hermanos. Menos con sus abuelos… No hay tiempo para todo. Para un mundo que gira a velocidades vertiginosas, las extra escolares se presentan también como “una cosa más obligatoria”. "Para entregarle al niño más herramientas" y así prepararle para el futuro, que no será fácil.
El niño del siglo XXI está más expuesto al mundo que nunca. Ya no sólo el colegio dura más horas y empieza antes- en España aunque la escolarización obligatoria es a partir de los 6 años, los niños empiezan a los 3 -. Ya no sólo desde los 9 meses saben lo que es una tablet, un móvil o una cámara de fotos. Ya es que además, lo que se hace después del colegio es una suma más de las miles de cosas a las que están expuestos. Y luego se sorprenden los padres porque su hijo “no rinde” en el colegio. Se disparan los diagnósticos “TDA (o TDAH: al trastorno por déficit atencional se le suma la hiperactividad) o de deserción escolar. Los niños “petan”. Revientan.
Los niños, niños son, independiente del siglo o el año en que hayan nacido. Como el hombre y la mujer seguimos siendo genotípica y antropológicamente igual que hace millares de años. La esencia no ha cambiado. Sólo que antes, había menos carrera y más pausa. El niño se aburría y se volvía creativo, pensador. Los niños (hablo de menores de 12 años) cuanto mejor están es pasando el tiempo con su grupo familiar. Sus padres, sus hermanos, sus abuelos. Por separado o conjunto. Es así cómo, luego de 8 horas fuera de casa, vuelven a nutrirse emocionalmente.
Nos pasa a nosotros… luego de una “jornada intensa”, sólo deseamos llegar a casa. Nada mejor que tumbarte en el sofá, quitarte los zapatos, coger un libro o incluso, encender la tele. Estar en tu hogar y lo que quieres es descansar... Yo misma, a veces cuando estoy tan cansada pongo la televisión. Mis hijas y yo escogemos algo para verlo juntas. Nos sentamos las tres bien pegadas las unas de las otras, nos cogemos de la mano. Normalmente una de las dos se recuesta encima mío. Como los gatos... Mar se deja acariciar el pelo y Sophie juega con mis dedos... Aprovecho a darles muchos besos. Nos reímos juntas. Y entonces pienso… ¿que si las tendría en un curso extra escolar y me perdería ese momento? No. No lo quiero perder.
A demás, en casa, tenemos cursos de todo, y podemos ir variando.
Taller de música y baile -en el salón de casa-.
Taller de canto e iniciación a un instrumento: Sacamos guitarra y a cantar. Como salga...
Taller de arte: Ponemos pinturas, lápices de colores, témperas, rodillo de papel en plena mesa del comedor y ya tenemos media hora (o más) de arte en casa.
Taller de cocina (o Máster Chef): Cogemos harina, huevos, mantequilla… Bizcocho, galletas… O lo mejor: ayudar a mamá a hacer la cena. El mejor curso de cocina.
Deporte: En el parque, y además al aire libre!
Idiomas? En casa! Hay algunos programas de televisión que pueden verse en inglés (el idioma original, y bajo mi supervisión, vamos viendo, oyendo y repitiendo juntas.
Taller de creatividad: el más fácil de todos! Inventar y leer cuentos. Leer… cómo lo hemos ido olvidando...
Jardineria: regar plantitas, cuidarlas, barrer la terraza...Etc....

En fin, que lo tenemos todo a mano. Que somos nosotros quienes nos complicamos. Nuestros niños no necesitan tanto, ni más de lo que es prioritario: nuestra atención por al menos una hora y media diaria.
Voy a hablar de mi...Yo no cursé nunca alguna extra escolar. Reconozco que me hubiera encantado apuntarme a ballet, como mis otras compañeras de curso. Pero dudo si hubiera persistido... No tuve horas extras de idiomas, a parte de lo que me ofrecía el colegio y nuestra casa (mi padre nos fomentaba mucho el inglés). Al día de hoy, hablo cuatro idiomas con el nivel de competencia profesional. -El alemán lo aprendí con 25 años-. Tampoco tuve clases de guitarra y sin embargo acabé dando clases de guitarra a niños, en mi época universitaria. En mi casa había una guitarra y yo, medio a escondidas, aprendí a tocar de oído, absolutamente sola. Era tantísimo lo que me gustaba la guitarra que aprendí sin maestro: copiando las posturas de un librito con fotos en blanco y negro, que tenia mi padre, llamado "Guitarra sin maestro".

Recién, sobre los 30 años empecé a practicar surf y yoga. Mi cuerpo ha encontrado a estas alturas de la vida los deportes que más me gustan. Mis tardes de pequeña las pasaba en casa: pintando, inventando canciones, cuentos y obras de teatro. Visitábamos diariamente a mis abuelos y estábamos mucho con ellos en la calle también. Hice voluntariado en un geriátrico varios años, estando en el colegio.
Y también vi la televisión.

Con esto quiero reflejar que todos los niños, cuando crecen, encuentran sus propios intereses, sus propias motivaciones. Querrán especializarse en algo o querrán aprender de todo. Todos los niños tienen talentos, motivaciones e intereses que iremos descubriendo en conjunto si los vemos crecer. Pero, para eso, primero en casa. Hay que aprender a separar lo que nosotros como padres queremos de ellos y ver lo que realmente les motiva a ellos como personas individuales. No es llenándoles las tardes de más actividades. Sino que dejándoles las tardes libres y así descubrir qué es lo que sus corazoncitos buscan, quieren y se atreven a crear.
Por supuesto, que si vemos que nuestro niño tiene un deseo por todo lo alto de querer hacer una actividad, debemos apoyarlo. Pero eso ya es otro tema….